MENSTRUACIÓN:
¿Por qué aprendimos a taparla en vez de amarla?
Imaginate
que sos chica y que cuando anunciás la llegada de tu primer sangrado
menstrual, toda tu familia y tus amigos se alegran y se juntan con
vos en tu honor. Tu mamá corta simbólicamente tus trenzas de niña
y todos te piden un pelo para la buena suerte. Purificás tu cuerpo y
tu mente durante un mes, hasta tu próxima menstruación, comiendo
únicamente pan y pescado. Sí, aunque no lo creas, esto todavía
pasa en la tribu
Aiary, en Brasil.
Y aunque nosotras vivamos en un contexto muy distinto, corriendo tras
horarios y obligaciones, podemos encontrar en este ritual la
inspiración para repensar el valor que –como mujeres- le asignamos
a este momento clave de nuestra femineidad que tenemos la oportunidad
de revivir todos los meses.
Hay todo
un velo puesto sobre el tema; por lo general, nuestra primera
menstruación es recordada –salvo algunos casos excepcionales- con
una mezcla de vergüenza y secreto, con cierto asco y pudor,
y cuanto
menos se hablara de eso mejor.
Pero el
valor que le asignamos a la primera menstruación está relacionado
con el valor que nos asignamos hoy como mujeres,porque influye de una manera profunda sobre nuestra autoestima y
nuestra salud.
¿Cómo
reconciliarnos con la menstruación?
Hay tres
cosas importantes que en estos últimos años me ayudaron a
transformar mi relación con mi propia menstruación, y por lo tanto,
con mi naturaleza femenina:
- observar y anotar las diferentes etapas de mi ciclo a través de un “sincronario lunar”, que es básicamente saber con qué luna menstruamos. Por ejemplo, menstruar en Luna Nueva nos da la posibilidad de ir hacia la oscuridad (como la luna) y curar nuestras heridas, soltar cosas viejas que se anidan en nuestro vientre y limpiarnos para renacer y crecer junto con la Luna, Asimismo, al menstruar en esta fase, solemos ovular en Luna Llena, entonces cuando ella se pone más redonda y linda, nosotras también y nos sentimos más activas, llenas de energía, más sexuales incluso. En muchas tribus, cuando las mujeres menstruaban, se retiraban a un recinto especial a pasar su sangrado, mientras los hombres y las ancianas hacían sus tareas. Este era un tiempo en el que una mujer se encuentra en el nivel más alto de su poder espiritual, por lo que lo mejor que podía hacer era conectar con esa sabiduría. Si sabemos aprovecharlo, puede ser un momento muy creativo, intuitivo y transformador, en el que dejamos el ciclo pasado, limpiamos nuestro útero y nos preparamos para lo nuevo.
- dejar de usar tampones y toallitas descartables, sustituyéndolas por toallitas de tela (o la copa menstrual). Para muchísimas mujeres que conozco, la experiencia de la menstruación también ha cambiado desde que ya no utilizan los productos convencionales. Solo el hecho de tirarlos en la basura refleja el profundo desprecio de nuestra cultura hacia la sangre menstrual, que es vista como algo básicamente sucio y desagradable. Además, estos productos contienen materiales sintéticos y blanqueadores químicos que dañan nuestra delicada salud vaginal produciéndonos ardores, picazón, y olores artificiales. ¡También dañan al planeta, por supuesto! Lo que yo recomiendo es reutilizar una toallita de tela (que incluso se puede meter en el lavarropas) y sino algunas mujeres también usan una esponja marina especial o una copa menstrual de silicona.
- aprender a “sembrar mi luna”, o sea, verter la sangre menstrual en la tierra y fertilizar mis plantas. Al hacerlo, pude observar que las células que mueren en mi útero cada mes –y que en otro momento, crearon a mi hijo- hoy son un alimento para la tierra, lleno de hierro y otros nutrientes. Los mismos ciclos de la naturaleza —las estaciones, la luna, el sol— están reflejados dentro de mi propio cuerpo. Y por eso, lo que muere en mí da luz y vida todos los meses a través de mis plantas. Ahora para mí no es algo repugnante, sino un símbolo de mi fertilidad, de mi esencia femenina y de mi conexión con la tierra.
Por eso,
mujeres, cuanto más apreciada sea la menstruación en nuestra vida
familiar, más preparadas se sentirán nuestras hijas para el día
que les toque a ellas vivirlo en carne propia.
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