El miedo en el cuerpo (Revista Ohlala Dic 2013)
Columna Ohlala Diciembre 2013
El miedo en el cuerpo
Cómo desbloquearlo y generar un círculo virtuoso.
¿Escucharon alguna vez la frase: “el miedo es lo contrario al amor”? Si tenemos miedo, éste nos limita y rodea de vallas, así no es posible llegar a nuestro interior, y nos quedamos en la comodidad de la superficie, protegidas.
A su vez, nuestro cuerpo se acoraza, bloquea nuestro centro emocional, cerrando el pecho y redondeando nuestra espalda, para formar lo que yo llamo el caparazón. Otros más valientes, adoptan la postura de los guerreros, erguidos y rígidos, adelantando el pecho como una postura de defensa ante el riesgo. Pero mayoría de las veces no nos damos cuenta de las formas que toman nuestro cuerpo.
¿No sería más sano aprender a “recepcionar” la vida? Como las plantas y árboles le dan la bienvenidas a las tormentas: flexibles, pero con la seguridad de su raíz.
Se trata, entonces, de preparar el cuerpo, la mente y el espíritu para recibir también los rechazos, golpes y caídas. Cuando estudiaba expresión corporal, nos enseñaban a caer: resulta ser que cuando uno cae rígido (resistiendo) te lastimás mucho, incluso podés quebrarte. Entonces, la clave estaba en seguir fluyendo en el movimiento y no detenerlo, ¡y hasta resultaba divertido y placentero!
Efectos del miedo sobre el cuerpo
Para transformarlos, primero debemos tomar conciencia de ellos.
- Los músculos se ponen rígidos y se contracturan.
- La respiración se acorta y entrecorta.
- La presión sanguínea aumenta, el corazón late más rápido, a veces podemos sentir taquicardia incluso.
- El organismo segrega adrenalina.
Esto ocurre porque nuestro cuerpo y mente reacciona igual que hace millones de años cuando las amenazas eran realmente contra nuestra integridad (por ejemplo, un animal hambriento nos perseguía).
Pero ahora, por lo general, los problemas son hechos de pensamientos y más pensamientos enroscados
y el miedo queda sin canalizarse dentro de nuestro cuerpo. No accionamos, corriendo o peleando como hubiéramos hecho en la era de las cavernas, si no que nos quedamos ahí dándole máquina a nuestras cabezas. Y este miedo se somatiza en forma de dolencias como hipertensión, úlceras y ansiedad, entre otros malestares.
Este estado alterado nos predispone a seguir generando formas que tienen que ver con la
agresividad, los gritos y movimientos bruscos: producto de la adrenalina en nuestro cuerpo. Para otros, el miedo se vive con excesiva timidez, retraídos tratando de pasar desapercibidos y sin afrontar los conflictos.
¿Qué hacemos?
Para empezar, aceptar los matices de la vida, reconocer que algunas, así como existe el reconocimiento, la celebración y el éxito, también otras veces vamos a fracasar o ser rechazados.
Ante la caída, fluyamos, “derritámonos”, reconociendo nuestra raíz bien plantada, nada es tan grave.
Si bien puede ser vertiginoso al principio, les aseguro que puede ser de un emponderamiento fantástico.
Y con esta actitud más serena y saludable aunque no sumisa, podremos ir relajándonos en ser cada día más nosotros mismos.
Sin que nos hiera tanto la actitud y valoración o no del otro.
No queremos tener el cuerpo del miedo, que como decíamos tiene su propia bioquímica, conductas automáticas y posturas corporales. Queremos tener un instrumento desbloqueado y libre. Pero muchas veces nos terminamos acostumbrando y haciendo adictos a estas formas de sentir y terminamos generando en nosotros mismos el miedo o la ansiedad que promueven estos estados corporales.
Según Casilda Rodrigañez, la manera de desacorazarnos es derramándonos. Justamente la conciencia de que el amor es lo contrario al miedo, y
entregarnos más no nos hace menos fuertes.
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